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Capítulo 3 - Libro 3





Contemplé el gran corcho que sostenía millones de pequeños mapitas, algunos con chinchetas y otros con cortos comentarios. Muchos de ellos tenían un color negro y de letras plateadas, en concreto diez. Era curioso, pero a pesar de haber observado unos segundos la gran chimenea, la elegante biblioteca, sus hermosos cuadros y demás objetos que sin duda merecían mucha más atención por mi parte, me detuve en aquel corcho que ni era elegante ni hermoso, pero adquiría mayor importancia para mí. Y así me lo hizo saber Zack.
-¿De todas las cosas que puedes contemplar presentes en mi cuarto, te detienes en ese tablón?-sonreí mientras pensaba en una respuesta.
-Me resulta más curioso que todos tus lujos.
Se sentó en la cama de colcha marrón mientras me miraba.
-¿Sabes lo que es?
-Me lo imagino-susurré. Mis ojos se detuvieron en una de esas letras plateadas situadas en Irlanda. Me vino a la cabeza aquellas palabras de mi padre que a simple vista no parecieron demasiado importantes.
-Zack… he oído que cerca de aquí había un hombre que despertó de un coma profundo…
-Sí, lo conozco, se nos escapó-tragué saliva mientras acariciaba aquellas letras.
-Es posible… -me volví hacia él-… ¿es posible que el último también esté aquí en Irlanda?-Zack arrugó el entrecejo.
-¿Por qué me preguntas eso?
Me senté a su lado rápidamente para poder proseguir.
-Tú sigues aquí, Nathaniel también… eso quiere decir que lo estáis buscando aquí.
Zack sonrió mientras sus ojos me miraron brillantes. Era una sonrisa preciosa.
-Vale, Kim, está bien, no puedo contigo…-bufó-… está claro que cuando te interesa algo lo buscas y lo encuentras-alzó los brazos en un amago de parecer desarmado-Sí, las pistas son claras, el último es de habla inglesa.
-Hay millones de personas de habla inglesa desperdigadas por todo el mundo.
-Es de habla inglesa y reside en un país de habla inglesa.
-En Alemania se habla inglés-sonreí palpando la victoria.
Zack miró hacia otro lado sin dejar de sonreír. Luego volvió a fijar su vista en mi rostro mientras levantaba su dedo anular y lo agitaba.
-Eres demasiado curiosa, un alemán que hable inglés no es de habla inglesa de nacimiento.
-A no ser que…
-Déjalo Kim, las cosas están muy claras, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Estados Unidos, Canadá o Australia.
-De acuerdo-suspiré mientras dejaba caer mi rostro en su hombro fingiendo una fatídica derrota.
Noté como su mano derecha me acariciaba el cabello mientras la otra rodeaba mi espalda. Alcé el rostro lo suficiente como para que ambos rostros estuvieran muy cerca. Me olvidé de respirar durante unos segundos cuando contemplaba sus ojos azabache que se mezclaban con sus pupilas. Su mirada penetraba en mis ojos con aquella presión que suponía su presencia. Parpadeé para calmar mis ansias de salir huyendo. Zack chasqueó la lengua provocando un tímido sobresalto por mi parte.
-Feliz cumpleaños Kimberley-susurró mientras me acariciaba mi cuello.
Sus labios rozaron los míos convirtiéndose en un suave beso cariñoso. Luego se apartó dejando que exhalara todo el aire que tenía acumulado y que presionaba mi respiración. Su cuerpo obligó al mío a derrumbarse. Mi brazo palpaba suavemente las sábanas heladas y apacibles que me erizaban la piel.
-Quiero cobrar aquel favor que me debes…-me susurró en mi oído. Sus labios acariciaron mi cuello.
-Zack…- musité sin ser consciente de lo que hacía.
Sus manos me acariciaban mientras mi corazón bombeaba a la máxima velocidad posible. Me sentí mareada por un momento sin saber realmente donde estaba. Abrí los ojos como platos para poder recuperar la consciencia, sin embargo, algo en mí no quería que la volviese a recobrar. Una sensación cálida recorrió mi rostro cuando sus manos sobrepasaron la tela de la camisa. Ese fue el momento más vergonzoso de toda mi vida.
Involuntariamente, mi rodilla golpeó su estómago. Me agobiaba realmente aquella sensación adormecida de mi consciencia. Ella misma, había procurado despertarse con un movimiento tan brusco. Y realmente lo consiguió.
Zack se apartó con la mano apoyada en su estómago. Me miró serio, bastante serio. Lo único que se me ocurrió hacer fue incorporarme y observar su estómago. Me mostré lo más arrepentida posible. Sin embargo, su rostro no reparaba en reflejar su enfado. De repente, aquel chico que hace unos instantes me pareció más que perfecto, se había convertido en una presencia sombría que me hizo no sentirme segura.
-Zack…-se levantó sin decir una palabra y se colocó frente a la chimenea, de espaldas a mí. De repente, la chimenea comenzó a arder. Tragué saliva queriendo salir de allí. Miré la puerta para estudiar si se percataría de mi huida. Sin embargo, pronto recapacité. Si fuera un ser humano tendría posibilidades, pero tratándose de un ser como aquel…
Sonó el timbre. No una sino tres veces consecutivas.
Zack pareció no moverse. Esperé unos segundos con la esperanza de que le requerían a él y así poder relajarme. Y así fue. La voz de Amon no se apaciguó a la hora de llamarle.
-¡Zack, es para ti!-éste salió con grandes zancadas por la puerta. No dudé ni un instante en salir tras él siendo consciente de que lo que realmente quería era relajarme. Zack se giró aún irreconocible.
-¡Quédate allí!-su voz pareció una orden más que una petición. Me asombró la dureza de sus palabras. ¿Realmente le había hecho enfadar tanto? Así que contemplé como Zack bajaba hasta la puerta donde Amon lo esperaba con el entrecejo fruncido. Me senté en aquel peldaño para al menos escuchar de qué se trataba. Desde allí podía observar el quicio de la puerta.
-¿Dónde está?-una voz llegó a mis oídos cuando Zack abrió la puerta. Éste frunció el ceño mientras su mandíbula se marcaba en su rostro. La voz provenía de un joven, sin duda. El caso era que aquel acento me sonaba…
-¿Dónde está quién?-Zack se cruzó de brazos en un amago de intimidar.
-No te hagas el tonto y dinos que has hecho con él-la voz de una chica se involucró en la conversación. Ésta parecía nerviosa.
-No sé de qué me estáis hablando.
De repente, pude ver como Lola se acercaba sigilosamente a la puerta bastante alarmada. Intenté captar su atención con señas y algún que otro susurro que no llegó a oídos de mi prima. Di un golpe en la barandilla de la escalera con mi mano. Lola miró por fin mientras Amon me miraba de reojos. Le indiqué con un leve movimiento de manos que viniera conmigo. Fuera lo que fuese, se estaba convirtiendo en una situación tensa. Lola titubeó unos segundos para luego acercarse a mí procurando no hacer ningún ruido. Se sentó en un peldaño más abajo y me miró desconcertada.
-¿Qué hace el chico rubio de tu curso aquí?-susurró. La miré intentando descifrar aquel mensaje. ¿Rubio? Había muchos rubios en mi curso… pero el rubio capaz de ir a casa de Zack para crear una atmósfera tensa era sin duda mi rubio, Nathaniel. Observé mi mano derecha de donde colgaba un pequeño cristalito celeste. No brillaba. Enseguida escuché su voz.
-Ángelo, ¿Dónde está?-cuestionó. ¿Ángelo? ¿Qué le habrá pasado?
-¿Quién es ese?-bufó Zack mientras Amon se cruzaba de brazos con semblante serio. Tras escuchar la risa de Zachary, Nathaniel no dudó en abalanzarse sobre él estrellando su espalda con uno de los sillones que se apartaron unos centímetros. Lola profirió de su garganta un leve gritito, lo suficientemente alto como para que Nat dirigiera su mirada hacia nosotras. “Oh no” pensé. En ningún momento quise que supiera que estaba allí. Cuando vi caer a Zack pensé en una forma de correr escaleras arriba sin que nadie notase mi presencia. Pero aquel gritito de princesita me había delatado. Vi en su rostro lo que tanto temía… odio. 

  
*

Le habían invitado a una cena de navidad un domingo justo el día antes de volver al trabajo. John creía que se había librado este año por haber ido a Londres pero, sin embargo, los buenos compañeros de trabajo no se olvidaron de él y aplazaron la cena hasta ese domingo. Podría haberse sentido feliz por ese reconocimiento pero el hecho de ir, pasar un pequeño rato y volver acelerado no le sentaba demasiado bien. Tenía que acostarse temprano –o al menos lo intentó- y llevar mañana al instituto a su hija y a su sobrina. Pero ya eran las doce de la noche y acababa de salir de la cena a pesar de los intentos de sus compañeros para que se quedara “cinco minutos más”.
Rebuscó en su bolsillo la llave de su apreciado Nissan Cascai  negro y brillante. Se sentó en su asiento V.I.P de conductor, encendió el motor y suspiró antes de darle al acelerador. Bajó el espejito del techo y se contempló a duras penas. Tampoco parecía tan cansado. Parpadeó lentamente efecto del propio sueño y de algún que otro buchito.
Salió a la carretera. Primero algo brilló en el horizonte, luego sonó un fuerte estruendo y por último la lluvia comenzó a aflorar cada vez más fuerte. El parabrisas bajaba y subía de forma constante y rápida aunque la carrera la ganaban las gotas que se empotraban en el cristal dejando por algunos momentos a John sin visibilidad en la carretera.
Sus ojos comenzaron a cerrarse intuitivamente por el sueño y su vista se nubló. ¿Cuánto había bebido? ¿Una, tres, seis copas? Posiblemente más. Sin embargo era consciente de que tenía que espabilar para no tener ningún sustillo. Con su tembloroso dedo índice apretó el botón de encendido y la radio comenzó a cantar. La cadena favorita de su hija. Tss, con lo que le gustaba las tertulias y escuchar las noticias… y ahora tenía que aguantarse y oír la música rara y moderna. ¿Por qué no pondrán la maravillosa canción de Simon & Garfunkel? ¿Y por qué no un concierto de música celta o sin ir más allá, clásica? Tenía perfectamente claro que cuando llegara a casa le sugeriría a su hija alguna que otra música decente.
Y la lluvia seguía inundando su cristal a pesar de los grandes esfuerzos del parabrisas. Se acercó más al cristal para poder distinguir mejor las curvas y las famosas rayas blancas de asfalto. Debía de reconocer que aquella música mal sonante le había despertado. Pero sus ojos seguían emborronados y cubiertos por una capa de niebla que no dejaba observar tranquilamente la carretera.
Ya se había cruzado con más de un coche en el sentido contrario y él no evitaba pensar por qué iban a estas horas a la cena de la empresa… Un pitido furioso espantó sus pensamientos de un golpe, sus ojos se abrieron como platos al caer en la cuenta de lo que iba a ocurrir en unos cuantos segundos cuando aquella luz chocara contra su parachoques.

2 Responses so far.

  1. ... says:

    :O QUE FUERTE QUE FUERTE ¬¬ NO ME PODEIS MATAR A JOHN NNJOJNONONNONONONONONONONONONONONONNNO DIOS YA SUFRI BASTANTE CON LO DE ANGELO T_T Joder y ahora va Nat y la mira con odio . NO PUEDE SER , NO PUEDE SER . Yo soy Team Nat forever and always ¬¬ odio a zack PERO LO ODIO A MUERTE :( Pobre Pho cuando se entere va a pasarlo mas mal . MAMSMMMAMMAMSMMSMAMMAMMSASMSMMASMSMAMSMAMSAMSMASMMM ME TIENES INTRGADA PUBLICA PRONTO

  2. Luna Rosa says:

    Muchisimas gracias por tu comentario me alegro de que te guste.
    Cuantos blogs tienes. Escribes de muerte. un beso futuro escritor con éxito.

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